sábado, 3 de octubre de 2009

Todo ( o nada )


Todo es nada
cuando se llega a destino.
Mirarte desde las cumbres
no me hace más grande.
Sólo es una sensación.
La de tocar el cielo
con el dedo gordo,
y dejar mi huella
en la palma de Dios.

Bajar despacio
resbalando entre piedras
movedizas y estruendosas.
Sentarme un rato
a esperarte o a dejarte,
aunque siempre vayas conmigo.
Liberar la carga,
esquivar moscardones
tan inofensivos como peligrosos.

Tomar aire,
cerrar los ojos y mirarme.
Refrescar el alma,
hablarle a los silencios
y escucharme.
La nada es todo
en el regreso a casa.
Con los pies al borde
de seguir o de caer.

Y la palma de tu mano
mostrándome mi huella.
Me levanto otra vez.
Un mismo camino puede ser
una tortura o un regocijo.
Ya se sabe,
la actitud hace la diferencia.
Yo te agrego a vos,
que aparecés con tus regalos
justo antes que den las doce.
Y es ahí cuando me alivio.

Nada sería igual
si no hubiera aprendido
a ver más allá.
Todo sería igual
si no hubiera sabido
que las rutinas,
también,
construyen la armonía.
Y que el haber llegado a tu norte,
iba a devolverme
el sur de mis paisajes.