El sauce llorón tuvo momentos de jolgorio.
Fue durante la infancia de las carmelitas descalzas.
Lo usaban de escondite
para jugar con los salesianos
de la vereda de enfrente.
Había un hueco en el tronco del árbol
que servía de aguantadero
para cuando el amor los llamaba a la acción.
Pasó el tiempo.
Las carmelitas ya usaban tacos altos
y los salesianos se dedicaron a otros juegos.
Pero el amor seguía esperándolos
en el mismo lugar de siempre.
El hueco del árbol quedó vacío...
Y el sauce desde entonces no deja de llorar.
Esas gotas que salpican
a todo el que se le arrima,
son el desborde de su corazón,
nadando solitario
en un mar de gente.
Fue durante la infancia de las carmelitas descalzas.
Lo usaban de escondite
para jugar con los salesianos
de la vereda de enfrente.
Había un hueco en el tronco del árbol
que servía de aguantadero
para cuando el amor los llamaba a la acción.
Pasó el tiempo.
Las carmelitas ya usaban tacos altos
y los salesianos se dedicaron a otros juegos.
Pero el amor seguía esperándolos
en el mismo lugar de siempre.
El hueco del árbol quedó vacío...
Y el sauce desde entonces no deja de llorar.
Esas gotas que salpican
a todo el que se le arrima,
son el desborde de su corazón,
nadando solitario
en un mar de gente.
2 comentarios:
Sabes, en mi instituto de bachillerato había dos sauces llorones en la puerta, me trae muy gratos recuerdos, siempre pensé que si me hacía una casa con jardín me pondría uno.......
Un poema exquisito, un beso
es tan interesante leerte . haces que se me escape una sonrisa y una lagrima al mismo tiempo
un beso ale
juan carlos améndola
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